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Diversificación o sobre diversificación: cuándo menos es más en tu cartera

¿De verdad necesitas 25 fondos en tu cartera?

Spoiler: probablemente no.

A lo largo de los años, la palabra “diversificación” se ha convertido en uno de los mantras más repetidos en el mundo de la inversión. Y con razón. Diversificar permite reducir riesgos, suavizar la volatilidad y proteger el patrimonio ante escenarios adversos. Pero como todo en la vida, llevada al extremo, incluso una buena idea puede volverse contraproducente.

En mi día a día como asesor patrimonial, me encuentro con demasiada frecuencia con carteras de menos de 100.000 euros que incluyen 20, 25 e incluso más fondos de inversión. Lo que en teoría se construyó para reducir el riesgo, en la práctica se ha convertido en un conjunto caótico de productos que complica el seguimiento, diluye los resultados y genera costes innecesarios.

¿Es eso diversificación o es simplemente ruido? En este artículo te lo explico con claridad, con ejemplos, y con una reflexión final para que puedas revisar si tu cartera realmente está optimizada… o sobrecargada.

¿Qué es diversificar (de verdad)?

Diversificar no es acumular productos, sino combinar activos que no se muevan todos a la vez. Es decir, que tengan baja correlación entre ellos. De esta forma, cuando uno cae, otro puede aguantar o incluso subir, reduciendo así la volatilidad global del conjunto.

Una buena diversificación se basa en:

  • Diferentes clases de activo (renta variable, renta fija, liquidez, inmobiliario, etc.).
  • Distintas zonas geográficas (EE. UU., Europa, emergentes, Asia).
  • Estilos de gestión y sectores (value vs growth, tecnología, consumo, salud…).
  • Horizonte temporal y liquidez.

El objetivo es construir una cartera resiliente. Pero resiliente no significa dispersa. Significa eficiente.

El error habitual: más fondos, más confusión

Hay una idea muy extendida —y peligrosa— en el pequeño inversor: “cuantos más fondos tenga, más protegido estoy”. Nada más lejos de la realidad.

Veamos un ejemplo real:
Un cliente me llegó con una cartera de 94.000 € y 22 fondos. Muchos eran fondos mixtos que ya diversifican internamente. Otros, fondos globales con posiciones similares. El resultado:

  • Solapamientos constantes entre fondos.
  • Comisiones duplicadas.
  • Rentabilidad por debajo del mercado.
  • Y lo peor: el cliente no entendía en qué invertía realmente.

Diversificar no es llenar el carrito de productos. Es diseñar una estrategia alineada con tu perfil y tus objetivos. Cuando sobre diversificas, lo que consigues es diluir el potencial de tu cartera y perder claridad.

El tamaño sí importa

Esta es otra de las claves que rara vez se menciona: el tamaño de la cartera condiciona la estrategia de diversificación.

Con una cartera pequeña (<100.000 €):

No tiene sentido incluir más de 4 o 5 fondos. Si intentas replicar una asignación institucional con 15 o 20 productos, estás cayendo en la trampa de la sobre diversificación.

¿Por qué?

  • Las comisiones pesan más.
  • La complejidad crece y dificulta el seguimiento.
  • El impacto real de cada fondo en la rentabilidad es mínimo.
  • A menudo se repite exposición sin saberlo.

En carteras mayores (>300.000 €):

Aquí sí tiene sentido afinar más: incluir renta variable por regiones, estilos, temáticas, alternativos, etc. Pero incluso en este caso, todo debe hacerse con sentido. Con 8-12 fondos bien seleccionados se puede construir una cartera de gran calidad.

El objetivo y el perfil, los verdaderos cimientos

Diversificar sin tener claro para qué inviertes es como construir una casa sin planos. Antes de elegir productos, hay que responder a tres preguntas clave:

  1. ¿Cuál es tu objetivo?
    ¿Jubilarte, comprar una vivienda, complementar ingresos, proteger tu patrimonio? Cada objetivo requiere una estrategia distinta.
  2. ¿Cuál es tu horizonte temporal?
    ¿5 años? ¿20? ¿Necesitarás liquidez a corto plazo?
  3. ¿Qué tolerancia al riesgo tienes?
    No se trata solo de cuánto estás dispuesto a perder, sino de cómo reaccionas emocionalmente ante caídas del mercado —las ha habido, las hay y las habrá— Diversificar también es protegerte de ti mismo.

Cómo diversificar con sentido (y sin pasarte)

A continuación, te dejo algunas pautas claras que uso en mi trabajo con clientes:

1. Empieza por la asignación de activos

Decide qué porcentaje quieres en renta variable, renta fija y liquidez. Este es el paso más importante: el asset allocation explica más del 80% de la rentabilidad a largo plazo.

2. Selecciona fondos complementarios, no redundantes

No pongas tres fondos globales que invierten todos en Apple, Microsoft y Nvidia. Busca gestores con estilos distintos o zonas no solapadas.

3. Ten en cuenta los costes totales

Si tienes 10 fondos y cada uno te cobra una comisión del 1,5%, estás pagando más de lo que parece. Especialmente si los resultados no acompañan.

4. Revisa la cartera al menos una vez al año

El rebalanceo es parte esencial de la estrategia. Hay que ajustar los pesos cuando el mercado se descompensa.

Ejemplos prácticos de carteras bien diversificadas

Aquí van tres ejemplos adaptados al tamaño del patrimonio:

💼 Cartera básica (< 100.000 €)

  • 1 fondo global de renta variable.
  • 1 fondo de renta fija corto plazo.
  • 1 fondo mixto o monetario para liquidez.

Ventajas: simplicidad, coste bajo, control total.

💼 Cartera intermedia (100.000 – 300.000 €)

  • Fondo de renta variable global.
  • Fondo de renta variable emergente.
  • Fondo de renta fija global + corto plazo.
  • Fondo temático o sectorial (p. ej. salud, transición energética u oro).

Ventajas: mayor diversificación sin perder eficiencia.

💼 Cartera avanzada (> 300.000 €)

  • Equity global por regiones (EE. UU., Europa, Asia).
  • Bonos diversificados por duración y divisa.
  • Fondos alternativos o inmobiliarios líquidos.
  • Posible gestión con estructuras institucionales o mandatos.

Ventajas: máxima diversificación con estrategia clara y adaptada al perfil.

¿Por qué ocurre la sobre diversificación?

Muchas veces, este problema no es culpa del inversor. Proviene de una combinación de:

  • Recomendaciones poco personalizadas de entidades financieras.
  • Inercia de “ir acumulando fondos” con los años.
  • Falta de seguimiento profesional que revise si lo que se tiene en cartera tiene sentido.

El resultado es una cartera Frankenstein: piezas que no encajan, que se pisan unas a otras, y que al final generan frustración.

¿Qué consecuencias tiene?

  1. Rendimientos mediocres.
    Por mucho fondo “estrella” que tengas, si está rodeado de fondos redundantes, su efecto se diluye.
  2. Comisiones innecesarias.
    Estás pagando por una falsa sensación de seguridad.
  3. Descontrol y ansiedad.
    Es más difícil entender qué tienes, cómo evoluciona y si va alineado con tu objetivo.

Conclusión: menos fondos, más estrategia

Diversificar es proteger. Pero sobre-diversificar es disfrazar la inseguridad con movimiento. Es como si alguien intentara reforzar una mesa inestable añadiendo patas, una tras otra, hasta que no queda sitio para las sillas.

Como asesor patrimonial independiente, mi trabajo no es ofrecer más productos, sino mejor estrategia. Una que se entienda, que tenga lógica y que esté diseñada para ti, no para el banco que te asesora.

Si hace tiempo que no revisas tu cartera o tienes dudas de si estás bien diversificado, te invito a que conversemos. Muchas veces, optimizar una cartera no consiste en añadir, sino en quitar lo que sobra.

Porque en inversión, como en la vida, menos puede ser mucho más.


Disclaimer: El presente artículo tiene fines exclusivamente informativos y educativos. Las opiniones y reflexiones expresadas reflejan únicamente el momento en que fueron publicadas, basándose en la información disponible en ese instante y no representan necesariamente a la empresa en la que trabajo y no constituye una recomendación de inversión ni asesoramiento financiero personalizado. La toma de decisiones de inversión debe realizarse considerando el perfil del inversor y, en su caso, con el apoyo de un profesional debidamente cualificado.